Como ya ha quedado dicho, la pesca de la farola se fundamenta con el hecho de que las sardinas (y también los boquerones), en divisar una luz en medio de la negrura de la noche, acuden a buscarla como llamados por un aviso misterioso. Una vez allí, los peces se arremolinan embriagados por la contrastando claridad nocturna. El resto es fácil para el pescador como ya ha quedado explicado antes.Hay, sin embargo, una circunstancia a tener en cuenta. Si la luna está en el centro de la noche, el efecto contrastante se minimiza hasta hacerlo casi imperceptible. Entonces estos pescados azules apenas hacen caso de una luz que casi no se distingue de la claridad de la noche. Total, que en días de luna llena no sirve el farol para pescar sardina. Solución: no salir a faenar hasta que la luna empiece a perder fuerza y deje a la noche fue noche. Cuando la luna no existe o no tiene fuerza para aclarar la noche se llama oscura. El período de una oscura abarca veintitrés tres días, otros cinco días, los inmediatamente anteriores y posteriores a la luna llena, las barcas de farol no salen a pescar, porque hay luna. Así es que el ciclo pesquero de la farola gira alrededor de la oscura, dichos días en que la luna no se deja ver por la noche, o que no le basta con fuerza aún para iluminar la misma. Hoy el concepto de oscura que se tenía antes, con la consecuencia de no salir a pescar durante la luna llena, se ha diluido hasta el punto de no tener ninguna incidencia. Ahora, aunque haya luna, los faroles igual se hacen a la mar, y lo que es más importante, al igual pesquera hacen en oscura que sin oscura. Esto se debe (como veremos después) los avances tecnológicos, que han permitido que una barca de farola pueda detectar las muelas de sardina o boquerón mediante los ingenios mecánicos, y entonces las luces servirán para llamar las sardinas con su chillido luminoso una vez acercado la embarcación en la muela de pescado.
En los años cuarenta, ya plenamente arraigada la pesca del cerco al Grau, y sabida la fertilidad del mar isleña de las Columbretes, los pescadores Grauers ponen proa hacia La Isla (los Grauers siempre le han dicho "la Isla" a las Islas Columbretes) para hacer sus capturas.Allí hay sardina y boquerón para dar y vender.
Los medios técnicos de que disponen los marineros Grauers (estamos en plena posguerra) son limitados, tanto en lo referente a las embarcaciones,-pequeñas a más no poder, pues pensamos que estos barcos tienen una media de catorce metros de eslora (longitud de proa a popa) y que tienen que llevar encima de su cubierta el arte, los diversos aparatos para la pesca, las numerosas cajas para meter el pescado, de veces el bote de boya, y además una tripulación compuesta por no menos de veinte hombres-como en cuanto al carburante, el cual, dada la precaria situación económica del país en aquellos años, era escaso y había que ahorrar lo más posible.
Para aprovechar al máximo la estancia en el lugar de pesca (las Columbretes) y hacer los mínimos viajes al Grado para llevar las cajas de sardinas o boquerón, se piensa en un sistema que consiste en hacerse a la mar dos barcas: una que es la principal, la que lleva el arte, los aparejos de pesca, el "bote de boya" y la tripulación, y otra de auxiliar, que no tiene otra misión que la de cargar con las cajas de sardina y llevarlas al Grado para venderlas, si esa noche había habido pesquera, porque, todo hay que decirlo, había noche que la sardina no se dejaba ver. Esta última es conocida entre los faroleros como lo envió. El envió, además de servir para llevar la sardina oe el boquerón en el puerto, tiene la misión de barca-correo, y es ella quien sirve para que la gente que se quede en Columbretes tenga un vínculo con las cosas de tierra durante la oscuridad, y por supuesto, con su familia-más de un marinero se ha enterado de que ha sido padre por boca de los tripulantes del envió-. La embarcación principal pues, se pasará toda la oscura en la isla. Por la noche, pescando. Y por el día, después de limpiar los utensilios de pesca convenientemente, y resolver todos los asuntos que hayan podido surgir durante el proceso de la pesca nocturna, la barca permanecerá fondeada al abrigo de las rocas isleñas de las Columbretes hasta que se vuelva a hacer oscuro .
Los marineros Grauers de aquellos años aprovechaban esas horas diurnas para pisar la Isla Grossa (la mayor de las islas del archipiélago, y la única accesible); allí había el farero y su familia, que siempre acogían las visitas de los pescadores con alegría y cordialidad. Los fareros vivieron en l'Illa Grossa hasta el año 1975 en que se instaló un sistema de iluminación automática e hizo innecesaria su presencia. Pero hasta entonces, el farero (el más popular de todos fue Francisco Bonachera que estuvo de farero desde el año 1953 hasta su jubilación, en 1974) era persona conocida y apreciada por la marinería grauero
Los medios técnicos de que disponen los marineros Grauers (estamos en plena posguerra) son limitados, tanto en lo referente a las embarcaciones,-pequeñas a más no poder, pues pensamos que estos barcos tienen una media de catorce metros de eslora (longitud de proa a popa) y que tienen que llevar encima de su cubierta el arte, los diversos aparatos para la pesca, las numerosas cajas para meter el pescado, de veces el bote de boya, y además una tripulación compuesta por no menos de veinte hombres-como en cuanto al carburante, el cual, dada la precaria situación económica del país en aquellos años, era escaso y había que ahorrar lo más posible.
Para aprovechar al máximo la estancia en el lugar de pesca (las Columbretes) y hacer los mínimos viajes al Grado para llevar las cajas de sardinas o boquerón, se piensa en un sistema que consiste en hacerse a la mar dos barcas: una que es la principal, la que lleva el arte, los aparejos de pesca, el "bote de boya" y la tripulación, y otra de auxiliar, que no tiene otra misión que la de cargar con las cajas de sardina y llevarlas al Grado para venderlas, si esa noche había habido pesquera, porque, todo hay que decirlo, había noche que la sardina no se dejaba ver. Esta última es conocida entre los faroleros como lo envió. El envió, además de servir para llevar la sardina oe el boquerón en el puerto, tiene la misión de barca-correo, y es ella quien sirve para que la gente que se quede en Columbretes tenga un vínculo con las cosas de tierra durante la oscuridad, y por supuesto, con su familia-más de un marinero se ha enterado de que ha sido padre por boca de los tripulantes del envió-. La embarcación principal pues, se pasará toda la oscura en la isla. Por la noche, pescando. Y por el día, después de limpiar los utensilios de pesca convenientemente, y resolver todos los asuntos que hayan podido surgir durante el proceso de la pesca nocturna, la barca permanecerá fondeada al abrigo de las rocas isleñas de las Columbretes hasta que se vuelva a hacer oscuro .
Los marineros Grauers de aquellos años aprovechaban esas horas diurnas para pisar la Isla Grossa (la mayor de las islas del archipiélago, y la única accesible); allí había el farero y su familia, que siempre acogían las visitas de los pescadores con alegría y cordialidad. Los fareros vivieron en l'Illa Grossa hasta el año 1975 en que se instaló un sistema de iluminación automática e hizo innecesaria su presencia. Pero hasta entonces, el farero (el más popular de todos fue Francisco Bonachera que estuvo de farero desde el año 1953 hasta su jubilación, en 1974) era persona conocida y apreciada por la marinería grauero
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